Y es la hora
de los poetas encantados
que no duermen,
ni de día ni de noche,
en la búsqueda,
de un ramalazo de
inspiración
que nutra su poema,
con la efervescencia de la vida.
Y le impregna,
un toque de nenúfar
trenzada,
en una noche sonámbula.
Y, como poeta,
aprovecha, para hablar
con su musa,
de sus más íntimos secretos.
Y, ese poeta,
tarde o temprano,
lo consigue, llega
a ser consciente de su musa.
Y ¡le habla!
Y ¡le pide!
Y ¡le ruega!
Y ¡le da su amor!
Y ¡le da su desamor!
Y ¡ríe con ella!
Y ¡llora con ella!
Y ¡todo por ella!
¡Silencio!
llega la noche para
el poeta y, su musa,
sigilosa,
se despierta.