Siembra el mar su sal,
arena brava, dorada,
grano a grano,
cimientos de la tierra,
cual anaconda negra,
fulgor de esfinge griega,
montón de oro molido,
con el resplandor
de un tesoro real,
de cenicienta,
gracias, al lobo marino,
en la búsqueda
de las ligaduras de la tierra.
Nociones, paso a paso, por los gramófonos musicales de las olas y con olores penetrantes. Zambomba del mar, comienzo
de reincidencias,
en las estructuras del campo celestial,
por donde pisa,
la más bella del lugar, el sol, la tierra, el mar, de la mano van.
Siempre
te voy a recordar…
En chiclana…
Mercedes Luque Navarro.
poemasdemercedes.com
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