Rococó (Número 1.025)


Entre cortinas blancas
de un humo no acabado,
con las mismas pasiones de antaño,
sin lamentos en nuestros cuerpos,
con la luna de vigía
y con las cortinas corridas,
en una noche de luna llena,
esperando, nuesta sutura caliente,
carmín de inquietudes vistosas,
en el anfiteatro de nuestra vida,
apaciguada, en nuestros camerinos
antes de nuestra obra,
veraces tus palabras
y tus manos ardientes,
palmo a palmo, recorres mi cuerpo
para el limbo de mi alma
que solloza, entre los relámpagos,
de esta noche rococó,
dentro de las maravillas,
de un alma viva, buscando,
el hilo calmante de mi boca,
el faro austero de luces,
en nuestros cuerpos
que lucen hoy, caminantes,
nutrientes del fósforo de una vela, incandescente,
con costuras visibles
y con una fuente blanquecina
con amarres en las esquinas
y, con el truco de ponerla,
chorro a chorro,
a gotear sin heridas
con un amor ardiente,
apasionante,
por estar tan vivo.




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