Mi pecho, siente,
un fino dolor, retorcido,
dentro de mis carnes,
justo, en ese mismo lugar,
donde noté, un pinchazo,
al decir tu nombre.
Solamente, una vez,
después, de verte,
en ese bosque de Dánae y Zeus,
en mis sueños,
con lluvia de oro.
Tú, trataste, de evitarme,
yo, te cogí, del hombro,
para darte un beso,
con la intención,
de vivir, el amor,
entre los encantamientos,
de aquel lugar.
Y, como una serpiente,
me hiciste, esa fatídica ese,
¡esa maldita cobra!
Te fuiste a otro lugar,
nada quisiste de mí,
ni la lumbre,
de mi hoguera ardiente,
ésa, que se quema, por ti,
aunque llueva tanto
y, con las tormentas,
los gatos, de mi cabeza,
desaparezcan
y, se pierdan, por siglos,
queriendo estar, entre sirenas.
Dudas en ese bosque,
en esa oscuridad de la noche.
dialéctica entre ellos,
quieren salvarme,
al sentir mi dolor,
al sentir, esos alfileres,
rompiendo, mi pecho,
esa destrucción,
sinuosa,
que me mata lentamente,
en la barbarie, de la «sin piedad»,
de tu piel,
que me rehuye,
hasta en el aguacero,
de una noche de enero,
fría, como el hielo,
como tú, conmigo.
Y, a pesar de todo,
aquí estoy, con mi sonrisa,
hasta para ti,
con la certidumbre,
de mi no empoderamiento
contigo, por ello,
yo, sigo mi camino.
🤩🤩🥰🥰
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