Juicio de mi sobria batalla,
mis comienzos,
en un hospital comarcal,
una doctora estupenda,
su nombre, Gema.
Me mira, cierro mis ojos,
hurga en mi cuerpo
con soltura,
experiencia le sobra.
A su lado, una estudiante,
seguro que algo aprenderá.
Y una auxiliar
que apunta maneras,
cariñosa, recta.
Hoy, un estupendo equipo,
para ver mis células,
clavan una gran aguja gruesa
y cogen más de una muestra.
Y, la consulta, llena.
Hablo con una señora positiva
¡qué encanto!
¡qué ánimos que me da!
Y, a la salida, no la veo,
se ha marchado antes que yo.
Y, allí, mis primas,
ya han ido por mi camino.
Y me acompaña mi hijo,
él me apoya con cariño.
Y le cuento lo que mi doctora
me ha dicho:
puede haber cambios,
tu diagnóstico, en el aire,
la culpa, un nuevo hallazgo…
y, yo,
me estoy volviendo loca.
Y, mi amor,
en la distancia, me dice:
tú, positiva,
no va a ser para tanto,
la suerte de tu lado,
todo será un milagro,
tu milagro.
Y llego a casa
con dudas en mi cabeza,
aún así,
mi cara no lo refleja.
Y, mi madre, me espera
sentada en la puerta.
Y asustada me dice:
hija mía,
¿qué te han hecho?
¿vienes bien?
acuéstate tranquila,
no te vayas a mover,
yo te ayudaré.
Y, yo, con gran pena
y con este poema,
os digo:
muchas gracias a todos,
necesito vuestro apoyo.