Y en mi enjundia, tu
olivar
y justo aquí, en este lugar,
brota
una perezosa y fresca
gota,
adjuntando alas para
volar.
Y libre abandona mi
altar,
sin engendro de miedo a la
derrota,
con firmeza, limpia, no está
rota
y a tu cita va como un
juglar.
Mi ente solar, confesor de mi casta.
Tú, el culpable de mi
aventura.
Tú, mi encantamiento
entusiasta.
Entre lamentos llego a mi
fisura
pues tú clavas, dentro de mí,
tu asta
y desalmas, de un golpe, mi
cordura.
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